En el aniversario de su nacimiento

Hermosos poemas de Vladímir Mayakovski

Por Mariola Diaz-Caro Arévalo en Actualidadliteratura.com

Vladímir Mayakovski fue uno de los poetas más extraordinarios, polémicos, innovadores y especiales de la poesía rusa del siglo XX ruso. Y nació un día como hoy en la aldea georgiana de Bagdadi en 1893. Esta es una selección de algunos de sus poemas para descubrirlo o recordarlo.

Además de poeta, fue también un gran pintor  y actor de cine. Igualmente brilló como ensayista y en sus textos siempre denotó y defendió su ideal revolucionario. El gran amor, y también imposible, de su vida, fue Lili Brik, a quien le dedicó su obra más famosa. También viajó a Francia y Estados Unidos, lo que le influyó mucho en su poesía. Pero víctima del sentimiento de derrota y abandono, se suicidó en 1930.

Selección de poemas

De niño

Yo fui agraciado en el amor, sin límites.

Pero de niño,

la gente preocupada, trabajaba.

Y yo

escapaba a las orillas del río Rión,

y vagaba sin hacer nada.

Se enojaba mi madre:

«¡Chiquillo maldito!».

Mi padre me amenazaba con el cinturón.

Pero yo

me ganaba tres rublos falsos

y jugaba con los soldados bajo las tapias.

Sin el peso de la camisa,

sin el peso de los botines,

daba vueltas

y me quemaba bajo el sol de Kutaís,

hasta que me daban puntadas al corazón.

El sol se asombraba:

«Apenas se ve

y también tiene corazón

se empeña el chiquillo.

¿Cómo es que cabe en este pedazo de un

metro,

el río,

el corazón,

yo,

y las kilométricas cumbres?»

Adolescente

La juventud tiene mil ocupaciones.

Estudiamos gramática hasta atontarnos.

A mí

me echaron del quinto año

y fui a apolillar las cárceles de Moscú.

En nuestro pequeño mundo doméstico,

para las camas aparecen poetas de pelo rizado.

¿Qué saben estos líricos anémicos?

A mí, pues,

me enseñaron a amar en la cárcel.

¿Qué vale comparado con esto,

la tristeza del bosque de Boulogne?

¿Qué vale comparado con esto,

los suspiros ante un paisaje de mar?

Yo, pues,

me enamoré de la ventanilla de la cámara 103,

de la «oficina de pompas fúnebres».

Hay gente que mira al sol todos los días

y se enorgullece.

«No valen mucho sus rayos» -dicen.

Pero yo,

entonces,

por un rayito de sol amarillo,

reflejado sobre mi pared,

hubiera dado todo en el mundo.

Comúnmente es así

El amor le es dado a cualquiera

pero…

entre el empleo,

el dinero y demás,

día tras día,

endurece el subsuelo del corazón.

Sobre el corazón llevamos el cuerpo,

sobre el cuerpo la camisa,

pero esto es poco.

Sólo el idiota,

maneja puños

y el pecho lo cubre de almidón.

De viejos se arrepienten.

La mujer se maquilla.

El hombre hace ejercicios con sistema Müller,

pero ya es tarde.

La piel multiplica sus arrugas.

El amor florece,

florece,

y después se deshoja.

Verlaine y Cezánne

Yo choco, a cada rato,

con el borde de la mesa o del estante,

midiendo con mis pasos, todos los días,

los cuatro metros de mi cuarto.

Me resulta estrecho todo esto del hotel Istria,

en este rincón, de la calle Campagne-Premiere.

Me oprime, la vida de París.

Eso de echar la angustia, por los bulevares,

no es para nosotros.

A la derecha, tengo el Boulevard Montparnesse,

a la izquierda, el Boulevard Raspall.

Camino y camino sin mezquinar las suelas,

camino de día y de noche,

como un poeta standard,

hasta que ante mis ojos,

se alzan los fantasmas.(…)

Puerto

Sábanas de agua debajo del vientre.

Rasgadas en olas por los blancos dientes.

Era el gemido de la chimenea-como si anduvieran

el amor y la lujuria por la chimenea de cobre.

Se arrimaron las lanchas a las salidas de las cunas

a chupar a la madre de hierro.

En las orejas de los sordos barcos

ardían los aretes de las anclas.

Rubén Dario

“Margarita” (In memoriam)

“¿Recuerdas que querías ser una Margarita Gautier?

Fijo en mi mente tu extraño rostro está,

cuando cenábamos juntos, en la primera cita,

en una noche alegre que nunca volverá.

“Tus labios escarlata de púrpura maldita

sorbían el champaña del dulce baccarat;

tus dedos desojaban la dulce Margarita,

<<sí… no… sí… no…>> ¡Y sabías que te adoraba ya!

“Después, ¡oh, flor de Histeria! Llorabas y reías;

tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;

tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

“Y en una tarde triste de los más dulces días,

la Muerte, la celosa, por ver si me querías,

¡cómo a una margarita de amor, te deshojó!”.